Las personas que tradicionalmente consideramos héroes están bien, pero a veces resultan ciertamente lejanas. Conviene añadir a la lista a otro tipo de personas, que pueden servirnos de estimulo para efectos mas prácticos.
Muchas veces tenemos reparos en premiar o exaltar públicamente a algún compatriota destacado. A veces le encontramos defectos, pensamos que podría “sobrarse” con el elogio, creemos que nos hará sombra, o simplemente sentimos que no ganamos nada haciéndolo. El fenómeno “gancho” (termino marketero que sugiere arrastre) nos muestra que estos argumentos no tienen sustento.
En efecto, una de las tácticas de marketing mas utilizadas es la de los productos “gancho” que las empresas anuncian o exhiben de manera preferencial. Estos son de mejor calidad, mayor atractivo y superiores al promedio de la gama ofrecida corrientemente. Por su atractivo especial, estos atraen a más compradores hacia la empresa, quienes no compran únicamente ese producto, sino también muchos otros del mismo negocio. Es este mismo mecanismo el que podría funcionar si los peruanos comenzamos a reconocer públicamente a nuestros compatriotas de valor excepcional.
Aunque no lo notemos de inmediato, cada vez que un amigo, colega o compatriota nuestro es reconocido y admirado, nosotros nos “salpicamos” de su éxito y ganamos también un poso de admiración. El que Hernando de Soto sea peruano hace que todos los peruanos tengan un poco mas de credibilidad en el mundo. El que Sofía Mulanovich sea la mejor surfista hace a la gente pensar que el Perú es mucho mas que historia antigua y montañas, y que miren con algo de respeto a cualquier otro deportista cholo. El que Fernando de Szyszlo sea un excelente pintor nos hace a todos un poquito más artistas ante la vista del mundo. Todos ganamos algo con estos triunfos.
Por ello los peruanos deberíamos permanentemente exaltar y premiar las virtudes de nuestros compatriotas. No esperemos entonces que nuestros héroes sean difuntos o muy mayores, como lo hicimos con don José Antonio del Busto, o recientemente con Luis Jaime Cisneros. No exijamos que primero hayan sido reconocidos fuera para luego reconocerlos en el país, como Vargas Llosa o Alfredo Bryce. No busquemos que sean personas impecables, como Santa Rosa de Lima, para honrarlos por su desempeño en algún área especifica. Siendo mezquinos con nuestros compatriotas estamos siendo mezquinos también con nosotros mismos. Mal negocio.
Debo reconocer, sin embargo, que últimamente parece estar generándose un aire de apertura en este sentido. Libros como Los Secretos del Carajo de Nano Guerra-García, que aplaude el trabajo emprendedor de diez peruanos como Gisela Valcárcel y Máximo San Román; los listados de peruanos ilustres de 2007 de El Comercio; “los 21” de Perú.21 y los premios anuales a la resistencia de Caretas son una buena señal de que algo esta cambiando en la buena dirección. Falta entonces que todos los imitemos. Cuando cada gremio, barrio, club, asociación o sindicato empiece a premiar a sus mejores miembros, no solo se crearan más modelos de comportamiento a seguir para nuestros hijos, sino que contribuiremos a que todos los peruanos seamos más exitosos. ¿Si eso funciona con las empresas, porque no habría de funcionar con la sociedad entera?
Nota Editor Blog.-Si te gusto el artículo de Arellano, te levanto el animo o te produjo algo mas de esperanza en que sí podemos, podrías enviar el link del mismo a tus amistades o gente que necesite aplicar esta filosofía en sus respectivos ámbitos, sobretodo si son dirigentes o funcionarios de estado.
Muchas veces tenemos reparos en premiar o exaltar públicamente a algún compatriota destacado. A veces le encontramos defectos, pensamos que podría “sobrarse” con el elogio, creemos que nos hará sombra, o simplemente sentimos que no ganamos nada haciéndolo. El fenómeno “gancho” (termino marketero que sugiere arrastre) nos muestra que estos argumentos no tienen sustento.
En efecto, una de las tácticas de marketing mas utilizadas es la de los productos “gancho” que las empresas anuncian o exhiben de manera preferencial. Estos son de mejor calidad, mayor atractivo y superiores al promedio de la gama ofrecida corrientemente. Por su atractivo especial, estos atraen a más compradores hacia la empresa, quienes no compran únicamente ese producto, sino también muchos otros del mismo negocio. Es este mismo mecanismo el que podría funcionar si los peruanos comenzamos a reconocer públicamente a nuestros compatriotas de valor excepcional.
Aunque no lo notemos de inmediato, cada vez que un amigo, colega o compatriota nuestro es reconocido y admirado, nosotros nos “salpicamos” de su éxito y ganamos también un poso de admiración. El que Hernando de Soto sea peruano hace que todos los peruanos tengan un poco mas de credibilidad en el mundo. El que Sofía Mulanovich sea la mejor surfista hace a la gente pensar que el Perú es mucho mas que historia antigua y montañas, y que miren con algo de respeto a cualquier otro deportista cholo. El que Fernando de Szyszlo sea un excelente pintor nos hace a todos un poquito más artistas ante la vista del mundo. Todos ganamos algo con estos triunfos.
Por ello los peruanos deberíamos permanentemente exaltar y premiar las virtudes de nuestros compatriotas. No esperemos entonces que nuestros héroes sean difuntos o muy mayores, como lo hicimos con don José Antonio del Busto, o recientemente con Luis Jaime Cisneros. No exijamos que primero hayan sido reconocidos fuera para luego reconocerlos en el país, como Vargas Llosa o Alfredo Bryce. No busquemos que sean personas impecables, como Santa Rosa de Lima, para honrarlos por su desempeño en algún área especifica. Siendo mezquinos con nuestros compatriotas estamos siendo mezquinos también con nosotros mismos. Mal negocio.
Debo reconocer, sin embargo, que últimamente parece estar generándose un aire de apertura en este sentido. Libros como Los Secretos del Carajo de Nano Guerra-García, que aplaude el trabajo emprendedor de diez peruanos como Gisela Valcárcel y Máximo San Román; los listados de peruanos ilustres de 2007 de El Comercio; “los 21” de Perú.21 y los premios anuales a la resistencia de Caretas son una buena señal de que algo esta cambiando en la buena dirección. Falta entonces que todos los imitemos. Cuando cada gremio, barrio, club, asociación o sindicato empiece a premiar a sus mejores miembros, no solo se crearan más modelos de comportamiento a seguir para nuestros hijos, sino que contribuiremos a que todos los peruanos seamos más exitosos. ¿Si eso funciona con las empresas, porque no habría de funcionar con la sociedad entera?
Nota Editor Blog.-Si te gusto el artículo de Arellano, te levanto el animo o te produjo algo mas de esperanza en que sí podemos, podrías enviar el link del mismo a tus amistades o gente que necesite aplicar esta filosofía en sus respectivos ámbitos, sobretodo si son dirigentes o funcionarios de estado.
2 comentarios:
El presidente de la armadura oxidada
El Caballero de la Armadura Oxidada es un hermoso libro de fantasía adulta narrada con fino humor y aliento por Robert Fisher, quien nos deja el mensaje de liberarnos de frías y rígidas barreras que nos impiden conocernos, ver, oír y tomar decisiones correctas. Aquel caballero, de muy buena voluntad, triunfador de mil batallas, matador de dragones y salvador de damiselas en apuros, siempre listo con su briosa armadura, llegó a considerar una banalidad quitarse la soberbia armadura, a pesar de que su entorno tanto suplicaba quitársela, porque impedía dialogar mirándose a los ojos, sentir el abrazo de los suyos, quienes comenzaron a olvidarse qué aspecto tenía. El orgulloso caballero comenzó a amar mucho más a su armadura que a su esposa. La brillante armadura lo atrapó.
El presidente de la Federación Deportiva Peruana de Ciclismo - FDPC, a semejanza del inefable caballero, es extremadamente individualista, omnipotente y omnisapiente. Siempre listo para la confrontación, soberbio y orgulloso de sus victorias. Cuando las circunstancias le obligan, muy a su pesar, convoca a personas para tareas que él personalmente no puede realizarlas por los límites que supuestamente le impondría el cargo (igual hace lo que no debe), no escoge colaboradores sino secretarios obsecuentes que lo ensalcen.
Engulle funciones que no le compete. Y es renuente a formar discípulos.
Él es único, celoso y sin rivales en las altas esferas de la FDPC o en la modesta capilla de su casa. Se convierte en caudillo de regímenes de dictadura que él mismo ha impuesto.
Como todo aquel que ha perdido la brújula, está obsesionado por el poder, y en ese regodeo, cual Lúculo exige austeridad, honestidad y compromiso con su gestión, mientras que su masa cilíndrica rueda en el charco gorrino del placer. Es un prebendado que vive de la propina, del viático y del cohecho. Su enorme soberbia lo embriaga volviéndolo vanidoso que, al decir de Max Weber, lo conduce a cometer dos pecados mortales en el terreno de su función: la ausencia de finalidades objetivas y la falta de responsabilidad; la primera lo hace proclive a buscar la apariencia brillante del poder en lugar del poder real; la segunda lo lleva a gozar del poder por el poder, sin tomar en cuenta su finalidad. De santo Tomás sólo aprendió las torturas y el maltrato de la Santa Inquisición; de Maquiavelo, la ausencia de escrúpulos para lograr la repartija; de Marx, predicó el incendio violento de la historia, en este caso, de la historia de nuestro deporte – el ciclismo.
La cerrada armadura le impide sentir sobre su rostro el viento fresco de las mañanas, la fragancia de las flores, el cálido beso de un hijo. Para que retorne a su inicial sensibilidad juvenil, que lo llevó a bregar por la igualdad y la libertad, necesita quitarse el inmenso ego de su armadura que lo alborota. Entonces, al igual que el Caballero, necesita transitar por la empinada ruta de la verdad para reaprender a conocerse y a tener conciencia de sí mismo en el castillo del silencio, allí reflexionará y escuchará su voz cansina, explorará toda su vida y se encontrará en la intimidad con su conciencia. Poco a poco, se habrá de caer la lata oxidada, volverá a ver la luz del conocimiento que lo saque de la confusión oscura y de la presumida vanidad.
Su batalla definitiva será contra el dragón de su miedo y de su duda, blandiendo el arma de su voluntad y osadía. Finalmente, se dará cuenta de que en la cima de la montaña hay una claridad del conocimiento de la verdad, que viene de la sencilla naturaleza de la vida, del cálido amor de los suyos y de la humildad de sus limitaciones. A partir de entonces, tendremos al estadista que le importa su honra más que el dinero, la responsabilidad más que la improvisación y la historia más que la anécdota.
¡………….. como van las cosas con éste Sr., difícil que esto último ocurra, lástima que solo sea parte de un hermoso cuento!.
Realmente brillante la relación y símil de tu escrito, creo que si el personaje leyera tu escrito hasta podría soñar con estas palabras, si consiguieras esto, habras conseguido bastante, aunque por todo lo visto y vivido en este tiempo en la dirigencia, tambien soy pesimista y pienso que seguira siendo un lindo relato...
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